1991

Por culpa de la Revista Orsai y de un tal Leo Ferri, que recupera la maravillosa coincidencia de cinco discos icónicos que aparecieron en un lapso de 2 meses de un lejano 1991; por culpa de todo eso poquito me pongo a escribir de destiempos.

1.
Cuando salió Nevermind de Nirvana, cuando todos conocimos a Kurt Cobain y la miseria interna de la generación X se derramó por el planeta; mi hermano del pelo largo, de la flacura incorregible y de la rebeldía abierta se bajo del rock and roll. Se vendieron, alcanzó a decir después de Smell Like Teen Spirit.

Me heredó (involuntariamente) una colección de cassettes furiosos que recorrían gritos y guitarrazos que yo asmiliaba, más que entender o disfrutar. Absorbí en el rudo lapso de seis meses la historia y la frustración del punk, el metal, el trash, el speed y varios otros subgéneros que no sabría ahora citar ni taxonomizar.

Pero no tuve con quien compartirlos, por que mi hermano ya engordaba, usaba jeans por su marca —más que por su corte— y planeaba una boda todavía lejana, pero inminente.

2.
Pueden ustedes decir lo que quieran, pero el 94 (y no el 91) fue el mejor año de la música. Justo el año en que entendí el rock con su grunge (todo nuevo, pero de profundas raíces) y en que el rock se reconcilió con el punk y el folk y nos daban track tras track de maravillas. Justo ese año, Kurt se bajó del planeta.

3.
Escuché trova y folklore cuando todos se maravillaban con Luis Miguel. Entendí a Chente cuando perdí la oportunidad de llevar serenatas adoloridas que pudieran haber llevado a otras cosas.

Encontré a los sesentas y setentas apenas.

Y, por favor, no me hablen de los ochentas.

Comentarios

  1. Hablemos de la música de los años 80 del s. XX, cobarde.

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  2. Carajo, era asquerosa, hablemos de ella. Revolquémonos en nuestra crapulencia.

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Yo miento, tú mientes, él miente...

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