Érase una vez...

Para a (que no A), que está en una etapa princesosa (eso es prin-ce-so-sa).

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Erase una vez una princesa que fue a ver a su padre.

-- Quiero un baile - dijo.
-- ¿De que color será tu vestido? - preguntó el rey
-- No lo se.
-- Entonces no habrá baile - El rey dio por terminada la conversación.

Por intercesión de la reina se mandaron traer flores de todo el reino, se las mostró a la princesa. Había flores amarillas, rosas, rojas, violetas, azules, blancas, plateadas, todas en varios tonos y varios tamaños. Pétalos lisos, aterciopelados, botones y flores rebosantes.

Las vio la princesa. Las disfrutó.

En la noche el Rey preguntó de nuevo. No sé, fue de nuevo la respuesta. La princesa lloró por que no había entendido que las flores tenían que ver con su vestido o con el baile.

Pasados unos días la princesa encontró una habitación llena con todas las aves del reino. Blancas, azules, rojas... Brillantes, grandes y pequeñas. Canoras unas y de colas largas otras, todas hermosas. Las disfrutó todas las princesa.

Esa noche el Rey preguntó de nuevo. La princesa no sabía, no entendía que tiene que ver las aves con su deseado baile o su vestido. Lloró tan fuerte como pudo para que alguien entendiera que ella que no estaba entendiendo su parte.

Ni los reyes entendían el llanto de la princesa, ni la princesa entendía las pistas de sus padres.

Por tercera vez el rey le preguntó a la princesa de que color quería su vestido tras haberle llevado a los animales de las pieles más exóticas y finas del reino. Felinos y roedores, animales enormes y pequeños, pero todos con pieles y pelajes extraordinarios. Y la princesa los disfrutó.

Aún así, la princesa no le pudo contestar al Rey mas allá del mismo No se, el mismo llanto, la misma desesperación.

La nana de la princesa piíó entonces que se le permitiera ayudar. Se llevó a la princesa a vivir en el bosque entre las flores, las aves y los animales de los bosques.

El primer día, recibió sus instrucciones la princesa, ella iba a elaborar su vestido, y sabría como hacerlo gracias a la nana. Para ello recibió un borrego, lo tuvo que alimentar, lo tuvo que cuidar, llevarlo a pastar y a abrevar.

En medio del bosque, el trabajo y el cansancio la princesa por primera vez lloró para sí en lugar de llorar para alguien más, y lloró en silencio por que no había nadie que escuchara su llanto.

Conoció las tijeras de trasquilar, conoció la rueca y el telar. El bosque dejó de ser sólo bello para convertirse en techo, refugio y alimento, se convirtió en amigo y confidente, en hogar.

Al cabo de un tiempo el vestido estaba hecho, pero seguía siendo de  ningún color.

Recolectando frutas una manchó el vestido, el trabajo, el esfuerzo, el cuidado. Lo manchó todo.

¿Sería el sitio que machó o el color? Ni la princesa lo sabía, pero esa mancha le dió la respuesta. Llevose el vestido puesto a pasear por el bosque, recogió mas frutos, fue colocando los colores de su amigo, en el vestido, sería verde, sería azul, violeta, rojo, amarillo.

Así se presentó, ahora una señorita, ante el Rey. Ahora era el Rey el que era incapaz de decir el color del vestido de la princesa. La princesa se encontró a sí misma... Y fué feliz para siempre.

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Comentarios

  1. Bellísimo... Encantador... gracias por este cuento.

    Quizá sea esta una etapa que me siento princesosa.

    Abril

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