INtocables



El domingo me tocó ir por el agua. Siempre me toca ir por el agua, de hecho. No siempre voy, de facto.

Con la lluvia que dificilmente se podría calificar de pertinaz, pero que para los estándares desérticos de San Luis, califica. Mi carrito de tubular ligero para las dos cuadras que nos separan de la purificadora*, mi sudadera con capucha para esconder del chipichipi a los audífonos. Y caminar en domingo bajo la lluvia, cliché completo.

De ida no hay problema. Excepto que la purificadora está cerrada. /No problemo/ que a distacnia caminable hay otra. De regreso a casa, completando un ciruito más o menos cómodo entre las dos purificadoras y la casa, con la llovizna, los charcos y las banquetas, arrastrando el carrito, debo decir que el único problema eran las banquetas.

Aporvechando la desolación dominical-lloviznosa me fui caminando por el arroyo destinado a su majestad El Auto tras sólo 30 metros de intentos de bordear en la banqueta: Rampas, hoyos, arreglos defectuosos, jardineras, postes, salientes, medidores de gas natural y agua, árboles podados a metro veinte de altura(los que estaban podados) y charcos. Charcos profundos, lo suficiente para hacer sucumbir a mis burras, según calculé y sin mucho espacio para vadear.

Mi colonia data de los setentas del siglo pasado y en alguna ocasion se las presenté (inocnetemente, según veo ahora) a mis alumnos como uno de los primeros intentos para aplicar ideas de diseño urbano más allá de la lotificación (cfr Christopher Alexander, Comunidad y Privacidad). Con áreas de estacionamiento y casas articuladas de éstos por medio de andadores, con calles estrechas que impiden las velocidades excesivas de vehículos particulares y la entrada de camiones repartidores u otros vehículos pesados. Y sin embargo, sin embargo su majestad el auto sigue llevando las de gane. Las banquetas son apenas suficientes para un peatón sin contar con las tristes adecuaciones que han sufrido en treinta y tantos años de uso y abuso.

Caminar por el arroyo destinado a los autos era una diferencia diametral. No había ningún encharcamiento digno de vadearlo, las adecuaciones que se la han hecho parara agregar/arreglar infraestructura son cicatrices muy visibles pero que no obstaculizan, los arreglos de baches se han hecho respetando los posibles desniveles, para que los autos no sufran (o algo así).

¿En que momento decidimos otorgar una dignidad superior a los armatostes mecánicos en que nos transportamos por encima de la caminabilidad (sí, esa palabra es deformación mía) de nuestros barrios?

La respuesta es importante como ubicación temporal / antropológica / social. Pero lo verdaderamnete importante es el remedio. Y el remedio pasa, mucho, por el desarrollo de urbanistas que se integren eficazmente a la máqueina de producir vivienda que es nuestro sistema de comercialización de casasque tenemos / sufrimos en la actualidad. Capaces de integrarse a los sistemas de planeación municipal. Capaces de transformar a ambos. Capaces de una difusión que permeé a los posibles usuarios de los desarrollos por venir y de concientizar a los que ya sufren el pan con lo mismo que nos hemos tragado desde que los institutos mandan y deciden como vamos a (sin siquiera cuestionar como DEBEMOS) vivir.

Y pasa por las tenencias y otros medios para desincentivar el uso de los autos. Por la eduación de mejores consumidores de vivienda. Por la educación de mejores habitantes de barrios. Por el diseño de barrios completos, densos, mixtos y vivos...

Pero, obviemente eso es tan extenso que no aspiara a caber en un post.

*Si usted no es de San Luis tal vez en su rancho no haya negocios de estos en que uno lleva su garrafón de 20 litros y en ese lugar se lo lavan y lo llenan con agua purificada en el mismo local pasándola por varios filtros regresándole su garrafón, limpio, lleno, sellado y (misteriosamente) tibio. Pero acá sí y pululan y son una alternativa (relativamante) cómoda y económica.

Imágen de www.duis.gob.mx

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