La Incondicional

Todos los que me conocen saben que odio la cancioncilla de LuisMi conocida como (y será por que así se llama) La Incondicional. La que no espera nada, la que está allí sin importar cuánto se aleje el tipo, ella allí está con sus mismas trenzas en el mismo pueblo (Díganme racista, yo así la veo).

Al menos las versiones de incondicionales de Serrat y Maná (perdón que los ponga en el mismo renglón, señor Serrat) tienen el pretexto de su locura. Pero la incondicional de LuisMi es una construcción mental del tipo, y es una construcción mental que le funciona. Pendejas. En fin, la incondicional es una babosa y todas las que se emocionen con que alguien les cante que son unas babosas se merecen su suerte.

De qué iba este post, ¿alguien sabe?
Ah, ya.

Que ha llegado la época del año de hacer recapitulaciones y aquí vengo yo a mi blog a hacer recapitulaciones de capitulaciones que no hice en primer lugar. A mi blog incondicional.

Por lo menos sé que no estoy insultando a nadie llamándole lector incondicional de este blog, porque nadie le ya este desangelado, abandonado y telarañoso blog.

Odio recapitular, de cualquier manera.

Pero parece necesario. Más si se pretende construir por encima de la línea de flotación que es el presente. El 2015 (cuando originalmente escribí esto y que sigue siendo cierto hasta finales del 17) fue un año de deudas, de tronar dedos, de salir a flote de la vida real para hundirse en la chamba. De poner buen semblante con la esperanza de que alguna vez fuera adecuado a alguna situación.

Y la tripulación lo resiente.

Dejé de capitanear los dos frentes importantes. Dejé que la inercia tomara el mando, me dediqué a lo urgente y valió la pena.

Ahora el pedo es mayúsculo porque a pesar de que el andamiaje sea endeble hay que mejorarlo y construir por encima de él. Qué bueno que la vida no tiene que pasar ningún reglamento de construcciones.


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